Dejar de soñar y vivir al fin. Así que abandoné la imaginación, encerrándola con llave hasta que volviese y salí a la calle. La abandoné.
He vuelto y ya no está. Los muros, alarmados, fueron su cómplice abriéndole paso al escuchar sus discretos sollozos.
Yo he vuelto a mi prisión en su búsqueda, como siempre, pero ya no está. Hoy no vuelan las cenizas. Hoy no recuerdo el fuego. La olor a quemado lo devasta todo, como el bosque que ha dejado de serlo, convirtiéndose todo en montones de finas ramas superpuestas unas a otras con el único calor de sus huesos. Hoy no hay hojas que vuelan. No corre el viento por los caminos deshechos.
Algo ha muerto. Se han esfumado los fantamas. Tantos meses viviendo de imaginarte y ahora... ahora que te veo desapareces. Ahora que te he escuchado las claves de Sol abandonan el pentagrama. Ahora que te he tocado siento como te diluyes en mis ensoñaciones constantes. Y eso es lo que menos deseo.
Estamos a alturas diferentes. Para mí siempre estarás arriba. Serás mi idea perfecta, de la que dependo, la que me da luz, orden. No quiero que bajes, tampoco yo debo subir. Ambos sabemos que en el fondo es lo mejor. Si abandonamos el decorado ya nada tendrá sentido.
En el guión, yo te quiero, tú no y no quiero que lo hagas. Es algo desinteresado. No pretendo hacerte real.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto... la he visto y me ha mirado...
¡hoy creo en Dios!
Bécquer.