Clave de Sol.

Entre el murmullo abarrotado de la multitud
gritó el silencio por un momento,
aulló el lobo en la lejanía,
donde el horizonte dorado ardía
entre tímidas claves de Sol
y acordes distraidos en busca de armonía.

Gritó, y no dijo nada...
gritó y se arrepintió.
Gritó y sonó el murmullo más ensordecedor,
el violín más descorazonador,
el sentimiento más abstruso,
la certeza mejor guardada,
la seguridad que provoca el no ser comprendido,
saber tu secreto el mejor guardado.


El haber cerrado puertas por doquier,
el encontrarse hoy en la jaula de cristal,
entre sombras y vaivenes,
le oprimía y a su vez,
le abría las puertas de la misma inmensidad.


Jamás alguien será y sentirá eso mismo en este momento, en este lugar, de esta manera, con estos colores, con esa angustia que me desborda. Esa angustia de pensar que la vida se me va. Una puerta que se cierra con toda seguridad en mí. Conmigo se cierra. Y en mí se abre lo que queda por venir.

Ni el sentimiento logra hacer del consuelo verdad, ni la razón logra hacer de la verdad consuelo; pero esta segunda, la razón, procediendo sobre la verdad misma, sobre el concepto mismo de la realidad, logra hundirse en un profundo escepticismo. Y en este abismo encuéntrase el escepticismo racional con la desesperación sentimental, y de este encuentro es de donde sale una base -terrible base- de consuelo.

Del sentimiento trágico de la vida. Unamuno.



Y al final todo lo sentido queda reducido a metáforas, metáforas...

El amor desea, el temor evita.

Creo que sabes lo que pienso, sabes lo que siento. Has visto mis pupilas dilatadas intentando buscar en las tuyas el mínimo roce de luz celestial. Me habrás visto nadar a contracorriente en tus ojos para no naufragar en el abismo que surge con tu silencio. Siempre alerta, pendiente del mínimo gesto que logre transmitirme la lógica que siguen tus actos, pendiente de intentar ver qué hay detrás de tu comportamiento, qué subyace tras de tí. Intentar ver qué hay debajo de esa figura, de ese rostro, de esa parte de tí que no conozco, que no me pertenece, que se me escapa.

Un día me abriste un poco esa puerta, no sé por qué pero lo hiciste. Cuidadosamente moviste esa roca que se interponía entre la persona que conozco y la persona que eres en realidad. La pesada roca se movió ligeramente, pero lo justo como para que entrara un pequeño rayo de Sol que iluminase el escenario que allí se escondía, con nuevos actores, con nuevos problemas, una nueva melodía, sentimientos hasta ahora desconocidos en tí. Un lugar donde la superficialidad, que antes de abrir permanecía allí oculta intentando reinar sobre sus fieras tuvo que marcharse, pues la luz llegaba directamente a sus ojos. Ya no tenía escondite. No podía ya camuflarse entre el dolor y el escepticismo. Esa noche de la que hace un año fue todo luz.

Sabes que eres lo único que me aparta de alcanzar el escepticismo total, que creo en tí, que te admiro por encima de todo, que a tu lado me siento lo más pequeño e insignificante, inferior ante todo eso que yo veo en tí. Lo sabes y quieres demostrarme que no es así, quieres que piense que estoy equivocada, quieres decepcionarme, demostrarme que puedes fallarme, que no eres tú ese al que yo idealizo, que te baje del altar que hace que cuando estamos juntos...




"El amor desea, el temor evita. A esto se debe que no podamos ser conjuntamente amados y respetados por la misma persona, por lo menos al mismo tiempo. Pues quien respeta reconoce el poder, es decir, que le teme; su estado es un temor respetuoso. Pero el amor no reconoce ningún poder, nada que separe, distinga, ni establezca superioridad o inferioridad de rango."

Humano, demasiado humano. F. Nietzsche.