Ciegos.

Hay una persona que significa mucho para mí y nunca he hablado de ella aquí. Esa persona, un día, posiblemente un 2 de noviembre de hace muchos años, cuando nadie lo había hecho ni lo ha hecho desde entonces, quizá vió algo gris en mi paseo, algo lúgubre en mi caminar, algo de inconsciencia en mi mirada. Inconsciencia. Pues es a partir de ese momento que cambió toda mi vida, a partir del cual tengo recuerdos lo suficientemente firmes como para poder hablar de mi infancia/adolescencia. Es como si hasta entonces todo hubiera sido un camino terregoso, donde mis mismos pasos intentando avanzar, removiendo toda la tierra, hubieran formado una nube impidiendo mi visión. Y ciega yo, negro el panorama, sólo queda dar bandazos de un lado a otro. ¿Acaso la vida no son todo bandazos?. Digamos que esa persona, apartó un poco la tierra de mi vista, dió luz firme a mis ojos y me encaminó en la conciencia. Siguiendo a Locke, digamos que empecé a formarme, a ser una persona que es la misma que es hoy porque tiene conciencia de lo que fue. ¿Y antes? No hay recuerdo de lo que fui antes, no era nada entonces. ¿No era yo entonces?

Nunca he hablado aquí de la amistad, quizá porque la he conocido muy poco. Pero debo deciros, como si alguien me escuchara, que esa persona de la que os hablo, en aquel momento, lo fue. Al menos así lo considero yo, así lo fue por mi parte. Quizá ella no lo sintiera así en ese momento, o simplemente nunca, y de nuevo, estoy hablando aquí de alguien que posiblemente no tiene ni idea de lo que siento, ni siente algo parecido. Pero bueno, dejadme el beneficio de la duda, pues si no, el relato se volvería más terrible y estúpido. Como os decía, muchas personas pasan a lo largo del día por nuestra cara pero cuesta encontrar personas con las que exista esa complicidad genial, ese asemejamiento en ciertos gustos. Y creo que nos unía algo tan importante como era la música...

Y con esa misma persona, por estupideces del momento, ayer bajabamos la cabeza, esquivando la mirada. Hoy un saludo rompe el silencio que antes dejabamos sonar. Nada. Basura comparado a lo que podría haber sido. Y digo podría porque a lo mejor aunque quisiésemos ya no se puede, pues ella habrá cambiado al igual que yo. Sin embargo, me gustaría agradecerle desde aquí lo que hizo. Pues si oyes hablar mucho de una cosa pero jamás la conoces, al final, esos fantasmas de los que no es la primera vez que hablo, acaban por apoderarse de ti, el escepticismo hunde bien sus raíces y no hay forma de levantar la cabeza y ver algo. Con ella creo que conocí eso que tan comunmente y tan a la ligera llamamos hoy amistad.

Si yo iba por mi camino terregoso andando rectamente, conocer a esa persona, supuso cambiarme al carril de la derecha como cuando conducimos con el coche antes de entrar a una rotonda. Nos cambiamos a la derecha porque si seguimos por los carriles centrales, la única dirección que podremos seguir será la misma que llevábamos, recto. Sin darme cuenta me predisponía a cambiar la ruta, a dejar la recta y a coger una curva que me abriría nuevos caminos, nuevas calles, nuevas salidas por las que hacer llevar mi destino. Esa persona me abrió nuevas salidas, y cada una de ellas, totalmente distinta, o no. Sea como sea me brindó una oportunidad perfecta y por ella conocí nuevos parajes. Pero el que está acostumbrado a navegar siempre recto porque nunca le han dejado o nunca ha conseguido que el resto de coches le dejen cambiarse de carril, cuando lo consigue, por falta de experiencia, puede provocar un accidente, colisionar con otros vehículos, ponerse nervioso, y simplemente, equivocarse de salida. Yo hoy me acuerdo de esa amiga porque vuelvo al punto en el que me encontraba antes de conocerla. Al parecer desde que tomé la salida lo único que he hecho ha sido dar una vuelta sobre mi misma. He dado una vuelta por nuevas avenidas, callejones sin salida, e incluso autovías he cogido cambiando de ciudades, pero he vuelto otra vez al punto de salida, al punto de inicio. Recto. Y ya se sabe, que en las carreteras más simples, en las rectas que pueden hacerse monótonas, son en las que más accidentes mortales se producen.

Hoy he vuelto a soñar con ella. Nos reconciliabamos y le dejaba un libro: Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. Interesante subconsciente que todo lo une y te lo muestra dándote la lucidez que de día la conciencia te nubla como mecanismo de defensa ante la verdad que duele. Todos ciegos, dando bandazos:

"- Pobres tus padres, pobre tú, cuando os encontréis, ciegos de ojos, ciegos de sentimientos, porque los sentimientos con que hemos vivido y que nos hicieron vivir como éramos, nacieron de los ojos que teníamos, sin ojos serán diferentes los sentimientos, no sabemos cómo, no sabemos cuáles, tú dices que estamos muertos porque estamos ciegos, ahí está.
- Tú amas a tu marido.
- Sí, como a mí misma, pero si yo me quedo ciega, si después de perder la vista dejo de ser quien he sido, quién seré entonces para seguir amándole y con qué amor.
- Antes, cuando veíamos, también había ciegos.
- Pocos en comparación con los que hay hoy, los sentimientos normales eran los de quien ve, y los ciegos sentían entonces con sentimientos ajenos, no como los ciegos que eran, ahora sí, lo que está naciendo es el auténtico sentir de los ciegos, y sólo estamos en el inicio, por ahora aún vivimos de la memoria de lo que sentíamos, no precisas tener ojos para saber cómo es hoy la vida, si a mí me dijesen que un dia mataría lo tomaría como una ofensa, y he matado.

[...] y ahora, vámonos a dormir, que mañana es otra vida. Otra vida, o la misma."

-Ensayo sobre la ceguera. Saramago.

1 comentario: