El principio del fin...

Había olvidado algo importante y tuve que volver a por ello. Tenía que regresar. Tenía que caminar por calles repletas de alertas rojas que anunciaban tu posible presencia. Eran los sitios claves pero no podía coger otro camino, tenía que enfrentar la posibilidad de un encuentro furtivo, incómodo, donde no sabía cómo iba a reaccionar cada pieza del escenario que nos vió nacer.

Las calles eran las mismas, la misma luz, los mismos personajes secundarios. El exterior, sí, ese que guarda la fama de cambiante y efímero lo encontré igual y si algo había cambiado no era lo suficiente importante como para incomodarme, pero...

Pero me descubrí esquivando miradas, evitando casualidades. Esas que busqué en lo más profundo de la deseperanza y la mala fortuna, por esas que desesperé, por las que caminé con un único fin. Por esas calles por las que un día vagamos sin temor a acabar el tiempo, a gastar las pompas de jabón con las que inocentemente ambos juagábamos sin saber lo que vendría después, sin saber de qué estaban hechas, errantes como salvajes sin noción de cualquier pensamiento racional que nos alejara de nuestro veneno.


Yo jugaba a ser niño mientras tú jugabas a ser mayor, sin darnos cuenta de que jugar no es el fuerte de ninguno de los dos.




Lo que había sido un color, un paisaje idílico, un mágico rincón, sólo era ya un campo devastado por la espera, la amargura, la inseguridad, la distancia entre dos acordes que lejos de la armonía andan perdidos entre la confusión del pentagrama, dos notas que buscan encontrarse y sonar al unísono mientras alguien rompe los andenes que les unen en la mágica soledad del silencio y que ante el cruce de dos caminos deciden embarcar en en vagones diferentes, aún sabiendo que se encuentran al lado, aún sabiendo que bien podrían bajarse y encontrarse al fin. Pero no.

Un día supimos quién eramos, supimos poco a poco abrir el pestillo que nos mantenía presos. Saboreamos la delicia, el placer al fin que supone conocer a otro mejor que a tí mismo, fuimos amigos, fuimos amantes, ahora debemos volvernos dos desconocidos, porque todo lo que nace muere. Quién sabe si algún día...



Como guarda el ávaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
yo quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.

Más hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
que le agotó decir:
¡Ah barro miserable!, eternamente
no podrás ni aún sufrir.

Bécquer.

3 comentarios:

  1. Cuánto sentimiento! Y es verdad, cómo cambia todo!
    Besos.

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  2. "Yo jugaba a ser niño mientras tú jugabas a ser mayor, sin darnos cuenta de que jugar no es el fuerte de ninguno de los dos."

    Me encanta!! muchas gracias por pasarte por mi blog. Tengo que aclarar que no tengo pensado dejarlo definitivamente, ni mucho menos, solo un tiempo de relax para aclarar mis cosas..
    Un besito y gracias de nuevo^^

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  3. y tu donde estabas q hasta hoy no te he encontrado??'
    esa frase de jugar me llega muy hondo
    seguire por aqui
    un saludo

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