Me quedo sin palabras, se apaga el fuego cada vez que me alejo del espacio que hizo que un día nos mirásemos por primera vez. Hace tanto que ni lo recuerdo. No me acuerdo del primer día. Tantos encuentros y no somos capaces de divisar que ese será especial, que merecerá ser recordado. No lo recuerdo. Imperfecto. Como lo que un día fuimos.
Y ahora que me quedo sin leña con la que quemar el hastío que me abarca, hace mucho frío. Empieza a refrescar demasiado y no tengo papeles que quemar en la fuente de mi recuerdo. No encuentro cerillas ni mechero tampoco que me ayuden a prender los escombros y rescoldos provocados por la gran hoguera en la que un día ardimos, destrozando la eternidad que nos quedaba. Y lo peor, se vuelan las cenizas. Noto cómo se van. Se están yendo.
Vuelven de vez en cuando pero cada vez se muestran más frías, cada vez nos miran con más distancia, con más desapego. Vuelven ya no en busca de más fuego sino con rencor. Nos miran por encima del hombro cuestionando lo que un día fue y en lo que finalmente se han convertido. Y no sabes cuánto me duele escribir ese 'finalmente'. Mentiría si dijera que lo escribo sinceramente. No porque no haya acabado sino porque me niego a aceptarlo. Y es que de vez en cuando, cuando vuelvo sin remedio a la prisión y me miro al espejo, entre los reflejos, veo en la mirada aún brillos entrecortados que quieren resurgir de la oscuridad, chispas vestidas de indiferencia pero que a la mínima recobran su verdadera apariencia.
Pero si me alejo de la prisión no queda nada, te esfumas. No puedo buscarte entre las sombras, no hay rejas ni muros ni frascos encantados llenos de fragancia que impregnen nuestros corazones devastados por la amargura. No hay puertas cerradas que nos contengan. Todo está abierto. El aire entra por todas las rendijas y se lleva las hojas marchitas de mi querida primavera. Todo seco. Nostálgico otoño. Se vuela lo que ya no pesa, lo que ya no tiene vida. Todo lo muerto.
La nada le parecía más pavorosa que el dolor...
Amor o mentira, mentira o nada.
Como las sombras que habitaban la caverna platónica, tan complicadas, misteriosas... aquellas capaces de producir la curiosidad más entretenida, el hastío más profundo, el desasosiego más amargo, la calma más inestable...
Ya dice mi querido Nietzsche que no la duda, sino la certeza es lo que vuelve loco y... entre los presos encadenados, vivía arrodillada pensando que eso era lo real, que eso era lo bello, lo justo o lo injusto daba igual, no obedecería ninguna ley establecida o por establecer que fuera en contra de las sombras que veneraba con pleno placer, deleite, dedicación, fe infinita...
Y así siguió el tiempo tan desconsiderado, egoista, alejado de escuchar los lamentos que fructuaban a su paso, destruyendo ciudades enteras, cadenas por doquier, miradas infinitas, noches adornadas bajo el resplandor de las luciérnagas. Así consiguió entre gritos, llantos y súplicas una vez que ya las cadenas no marcaban con sus garras cicatrices incurables llenas de miseria en piel de tercipelo, volver la vista hasta que la luz de la hoguera prendió en sus ojos el fuego de la incertidumbre ante lo desconocido, presionándola a subir hacia la superficie, abandonar lo que hasta hoy era seguro, lo que hasta hoy era.
Haciéndole subir los escalones más pesados, la tierra más endeleble, las rocas más violentas hasta finalmente pisar los recuerdos más arraigados en lo más profundo, arrancando de raíz las flores más agradecidas y venenosas. Así llegó finalmente arriba, y como el que sube una montaña y llega a la cima para descansar disfrutando de la brisa, quedó tan maravillado como aterrado con la nitidez del escenario...
¿Y te da miedo verdad?, te da miedo enfrentarte a lo que quieres, te da miedo sentir algo por algien lo sumamente poderoso que pueda llegar a destruirte por un instante, te da miedo depender de alguien y te evades, cierras los ojos y te vas corriendo a tientas, al peligro de mil tropezones sucesivos. Pero te da igual, prefieres eso a acabar nuevamente preso. Prefieres olvidar lo que un día fue bello, justo, real. Pero efímero. Si es eso lo que quieres lo siento, no puedo regalarte el paraíso de la eternidad, solo ofrecerte infinidad de momentos frágilmente maravillosos y peligrosos cuyo fin es la muerte pero que renacerán siempre que desees.
Ya dice mi querido Nietzsche que no la duda, sino la certeza es lo que vuelve loco y... entre los presos encadenados, vivía arrodillada pensando que eso era lo real, que eso era lo bello, lo justo o lo injusto daba igual, no obedecería ninguna ley establecida o por establecer que fuera en contra de las sombras que veneraba con pleno placer, deleite, dedicación, fe infinita...
Y así siguió el tiempo tan desconsiderado, egoista, alejado de escuchar los lamentos que fructuaban a su paso, destruyendo ciudades enteras, cadenas por doquier, miradas infinitas, noches adornadas bajo el resplandor de las luciérnagas. Así consiguió entre gritos, llantos y súplicas una vez que ya las cadenas no marcaban con sus garras cicatrices incurables llenas de miseria en piel de tercipelo, volver la vista hasta que la luz de la hoguera prendió en sus ojos el fuego de la incertidumbre ante lo desconocido, presionándola a subir hacia la superficie, abandonar lo que hasta hoy era seguro, lo que hasta hoy era.
Haciéndole subir los escalones más pesados, la tierra más endeleble, las rocas más violentas hasta finalmente pisar los recuerdos más arraigados en lo más profundo, arrancando de raíz las flores más agradecidas y venenosas. Así llegó finalmente arriba, y como el que sube una montaña y llega a la cima para descansar disfrutando de la brisa, quedó tan maravillado como aterrado con la nitidez del escenario...
Amor o mentira, mentira o nada.
¿Y te da miedo verdad?, te da miedo enfrentarte a lo que quieres, te da miedo sentir algo por algien lo sumamente poderoso que pueda llegar a destruirte por un instante, te da miedo depender de alguien y te evades, cierras los ojos y te vas corriendo a tientas, al peligro de mil tropezones sucesivos. Pero te da igual, prefieres eso a acabar nuevamente preso. Prefieres olvidar lo que un día fue bello, justo, real. Pero efímero. Si es eso lo que quieres lo siento, no puedo regalarte el paraíso de la eternidad, solo ofrecerte infinidad de momentos frágilmente maravillosos y peligrosos cuyo fin es la muerte pero que renacerán siempre que desees.
El principio del fin...
Había olvidado algo importante y tuve que volver a por ello. Tenía que regresar. Tenía que caminar por calles repletas de alertas rojas que anunciaban tu posible presencia. Eran los sitios claves pero no podía coger otro camino, tenía que enfrentar la posibilidad de un encuentro furtivo, incómodo, donde no sabía cómo iba a reaccionar cada pieza del escenario que nos vió nacer.
Las calles eran las mismas, la misma luz, los mismos personajes secundarios. El exterior, sí, ese que guarda la fama de cambiante y efímero lo encontré igual y si algo había cambiado no era lo suficiente importante como para incomodarme, pero...
Pero me descubrí esquivando miradas, evitando casualidades. Esas que busqué en lo más profundo de la deseperanza y la mala fortuna, por esas que desesperé, por las que caminé con un único fin. Por esas calles por las que un día vagamos sin temor a acabar el tiempo, a gastar las pompas de jabón con las que inocentemente ambos juagábamos sin saber lo que vendría después, sin saber de qué estaban hechas, errantes como salvajes sin noción de cualquier pensamiento racional que nos alejara de nuestro veneno.
Lo que había sido un color, un paisaje idílico, un mágico rincón, sólo era ya un campo devastado por la espera, la amargura, la inseguridad, la distancia entre dos acordes que lejos de la armonía andan perdidos entre la confusión del pentagrama, dos notas que buscan encontrarse y sonar al unísono mientras alguien rompe los andenes que les unen en la mágica soledad del silencio y que ante el cruce de dos caminos deciden embarcar en en vagones diferentes, aún sabiendo que se encuentran al lado, aún sabiendo que bien podrían bajarse y encontrarse al fin. Pero no.
Un día supimos quién eramos, supimos poco a poco abrir el pestillo que nos mantenía presos. Saboreamos la delicia, el placer al fin que supone conocer a otro mejor que a tí mismo, fuimos amigos, fuimos amantes, ahora debemos volvernos dos desconocidos, porque todo lo que nace muere. Quién sabe si algún día...
Las calles eran las mismas, la misma luz, los mismos personajes secundarios. El exterior, sí, ese que guarda la fama de cambiante y efímero lo encontré igual y si algo había cambiado no era lo suficiente importante como para incomodarme, pero...
Pero me descubrí esquivando miradas, evitando casualidades. Esas que busqué en lo más profundo de la deseperanza y la mala fortuna, por esas que desesperé, por las que caminé con un único fin. Por esas calles por las que un día vagamos sin temor a acabar el tiempo, a gastar las pompas de jabón con las que inocentemente ambos juagábamos sin saber lo que vendría después, sin saber de qué estaban hechas, errantes como salvajes sin noción de cualquier pensamiento racional que nos alejara de nuestro veneno.
Yo jugaba a ser niño mientras tú jugabas a ser mayor, sin darnos cuenta de que jugar no es el fuerte de ninguno de los dos.
Lo que había sido un color, un paisaje idílico, un mágico rincón, sólo era ya un campo devastado por la espera, la amargura, la inseguridad, la distancia entre dos acordes que lejos de la armonía andan perdidos entre la confusión del pentagrama, dos notas que buscan encontrarse y sonar al unísono mientras alguien rompe los andenes que les unen en la mágica soledad del silencio y que ante el cruce de dos caminos deciden embarcar en en vagones diferentes, aún sabiendo que se encuentran al lado, aún sabiendo que bien podrían bajarse y encontrarse al fin. Pero no.
Un día supimos quién eramos, supimos poco a poco abrir el pestillo que nos mantenía presos. Saboreamos la delicia, el placer al fin que supone conocer a otro mejor que a tí mismo, fuimos amigos, fuimos amantes, ahora debemos volvernos dos desconocidos, porque todo lo que nace muere. Quién sabe si algún día...
Como guarda el ávaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
yo quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Más hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
que le agotó decir:
¡Ah barro miserable!, eternamente
no podrás ni aún sufrir.
Bécquer.
Puntos suspensivos...
Una noche más entre la oscura niebla de susurros callados, silencios soñadores, violines destrozados, momentos en un limbo, pupilas hechas añicos, claves de sol nostálgicas y sensibles notas de música adornando nuestro edredón de pasiones incompleto... todo incompleto, todo seguido de unos tristes puntos suspensivos que no logran unirse, que no logran ser uno, y así esperan sin tiempo un cuarto que acompañe su solitaria existencia pero sin la fuerza aún de acabar con esa fuerte dependencia que los hace esclavos de una esperanza, sin lograr reducirse a un solo de momento inconcevible punto y final.
Quizá todo acabó esa noche, malvado el destino o la casualidad que te arrancó de mi vida en la ocasión más especial que jamás pudimos vivir... en la Luna más dorada, en el cielo más oscuro, en el amanecer más bello que jamás mis ojos habían visto. Quizá porque jamás había contemplado aquellos parajes en semejantes manantiales azulados que brotaban de tí hasta desembocar en mí ahogándome sin temor con la fuerza más arrasadora.
Quizá todo acabó esa noche cuando al caer sobre mi cama:
-¿Por qué lloras?
-Esto se acaba, lo pierdo de verdad...
-Nunca lo has tenido.
Quizá todo acabó esa noche, malvado el destino o la casualidad que te arrancó de mi vida en la ocasión más especial que jamás pudimos vivir... en la Luna más dorada, en el cielo más oscuro, en el amanecer más bello que jamás mis ojos habían visto. Quizá porque jamás había contemplado aquellos parajes en semejantes manantiales azulados que brotaban de tí hasta desembocar en mí ahogándome sin temor con la fuerza más arrasadora.
Quizá todo acabó esa noche cuando al caer sobre mi cama:
-¿Por qué lloras?
-Esto se acaba, lo pierdo de verdad...
-Nunca lo has tenido.
Gritando al silencio...
Una nueva ciudad, un nuevo cielo, luz, cambio... infinidad de sensaciones al cambiar de ciudad, todavía no me lo creo, todavía despierto cada mañana buscando el anterior decorado. Sí, el escenario que tantos secretos guarda entre cortinas desobedientes, oscuridad, gritos discretos y silencios ensordecedores...
Estoy paseando por las calles que un día recorriste. Siguiendo tus mismos pasos... arrancándole las máscaras a mis semejantes y allegados por si te encuentras debajo esperando mi llegada, esperando que llegue a tí, y te busco... pregúntale a las calles que son fiel testigo, pregúntales si no busco en cada mirada tu escondite.
Quizás la atracción que me une a tí de manera insportable es debida a que constantemente me recuerdas a mí, porque te reconozco en cada frase que pronuncias como si fuese mi conciencia la que hablase, porque rompes la barrera que continuamente me hace pensar que no pertenezco a este mundo, que no encajo, que nada encaja ni vislumbra aspiraciones a ello...
Quizás me estoy enamorando... enamorando curiosamente de la única persona en la que me siento reflejada, del reflejo del espejo, sí, ese que un día rompí porque no me reconocía en él... Sí, me estoy enamorando... de la sombra que pisé sin cuidado cuando me seguía a todas partes...
Y es que como se dice en una de mis películas favoritas:
'No importa donde huyas, siempre acabarás tropezándote contigo misma'
Y así es, he tropezado conmigo y he despertado encima tuya de manera inexplicable e inseparable, ahora lo entiendo... eres mío... eres 'yo'
Estoy paseando por las calles que un día recorriste. Siguiendo tus mismos pasos... arrancándole las máscaras a mis semejantes y allegados por si te encuentras debajo esperando mi llegada, esperando que llegue a tí, y te busco... pregúntale a las calles que son fiel testigo, pregúntales si no busco en cada mirada tu escondite.
Quizás la atracción que me une a tí de manera insportable es debida a que constantemente me recuerdas a mí, porque te reconozco en cada frase que pronuncias como si fuese mi conciencia la que hablase, porque rompes la barrera que continuamente me hace pensar que no pertenezco a este mundo, que no encajo, que nada encaja ni vislumbra aspiraciones a ello...
Quizás me estoy enamorando... enamorando curiosamente de la única persona en la que me siento reflejada, del reflejo del espejo, sí, ese que un día rompí porque no me reconocía en él... Sí, me estoy enamorando... de la sombra que pisé sin cuidado cuando me seguía a todas partes...
Y es que como se dice en una de mis películas favoritas:
'No importa donde huyas, siempre acabarás tropezándote contigo misma'
Y así es, he tropezado conmigo y he despertado encima tuya de manera inexplicable e inseparable, ahora lo entiendo... eres mío... eres 'yo'
Volando en la cárcel...
Querido amigo, nos volvemos a encontrar de nuevo como cuando las luces hacen sombra en la mirada... oscura, llena de todo lo que se necesita que permanezca en la niebla.
Qué decir si no sé cómo llevar lo que es y deja de ser, qué hacer si veo ante mis ojos como todo es efímero, como se escapan las demás gaviotas enjauladas buscando progreso, cambio... y yo intento escapar y no puedo...
Al alzar el vuelo una parte de mi siempre se queda atrás, por mucho que lo intento el mundo va más rápido.
Cansada, agotada, ésta alma solitaria se deja vencer por la fuerza que le oprime y ve como el resto se eleva y se pierde en el horizonte quedando allí presa sin nada más que su propia conciencia, con el único calor que le producen las plumas que cayeron de sus compañeras al levantar el vuelo.
Cantaba y cantaba y con su melodía llamaba, pedía ayuda siempre esperanzada de que alguien volaría por su mismo cielo, gritaba y gritaba... con todas sus fuerzas.
Con el paso de los días los gritos pasaron a una simple voz, de ahí hasta el susurro, al silencio, pero al silencio más profundo que conocía, desfallecía...
Y así pasaron los días con la mirada agachada en sus aposentos. Y sin ya esperar nada de nadie volvieron en su búsqueda, eso sí, cuando lograron darse cuenta de que ella no estaba, que no les seguía.
Ya juntos comenzaron a volar, pero el resto ya estaba acostumbrado a volar más rápido con lo que ella continuaba quedándose atrás, cada vez más y más, y más...
Hasta que de nuevo volvió a perderles el rastro... ahora que ya era libre no sabía a donde ir. Asique tras vagar bajo aquel cielo uniforme que no le decía nada acerca de su camino, tras no encontrar nada que le motivara a seguir y explorar nuevas rutas... decidió volver a donde jamás llegaría a pensar que volvería por voluntad propia... a su cárcel, a su jaula, de donde nunca debió salir.
Porque con tanto anhelo deseaba la libertad cuando estaba en su interior, que esa motivación era la que le mantenía viva, la que le hacía seguir viviendo.
Porque la vida para los que se plantean el futuro, los que jamás sueltan del todo la mano del pasado, la vida para ellos es un continuo devenir, un ser y no ser, un tenerte y no tenerte, un llegar a ser algo, un camino inacabado que se rompe y deja zonas sin rastro de meta.
Solo es un vagabundo que se aferra a lo que no muere, a su música y a la esperanza de salir de nuevo de su jaula, esta vez, por el camino correcto.
Qué decir si no sé cómo llevar lo que es y deja de ser, qué hacer si veo ante mis ojos como todo es efímero, como se escapan las demás gaviotas enjauladas buscando progreso, cambio... y yo intento escapar y no puedo...
Al alzar el vuelo una parte de mi siempre se queda atrás, por mucho que lo intento el mundo va más rápido.
Cansada, agotada, ésta alma solitaria se deja vencer por la fuerza que le oprime y ve como el resto se eleva y se pierde en el horizonte quedando allí presa sin nada más que su propia conciencia, con el único calor que le producen las plumas que cayeron de sus compañeras al levantar el vuelo.
Cantaba y cantaba y con su melodía llamaba, pedía ayuda siempre esperanzada de que alguien volaría por su mismo cielo, gritaba y gritaba... con todas sus fuerzas.
Con el paso de los días los gritos pasaron a una simple voz, de ahí hasta el susurro, al silencio, pero al silencio más profundo que conocía, desfallecía...
Y así pasaron los días con la mirada agachada en sus aposentos. Y sin ya esperar nada de nadie volvieron en su búsqueda, eso sí, cuando lograron darse cuenta de que ella no estaba, que no les seguía.
Ya juntos comenzaron a volar, pero el resto ya estaba acostumbrado a volar más rápido con lo que ella continuaba quedándose atrás, cada vez más y más, y más...
Hasta que de nuevo volvió a perderles el rastro... ahora que ya era libre no sabía a donde ir. Asique tras vagar bajo aquel cielo uniforme que no le decía nada acerca de su camino, tras no encontrar nada que le motivara a seguir y explorar nuevas rutas... decidió volver a donde jamás llegaría a pensar que volvería por voluntad propia... a su cárcel, a su jaula, de donde nunca debió salir.
Porque con tanto anhelo deseaba la libertad cuando estaba en su interior, que esa motivación era la que le mantenía viva, la que le hacía seguir viviendo.
Porque la vida para los que se plantean el futuro, los que jamás sueltan del todo la mano del pasado, la vida para ellos es un continuo devenir, un ser y no ser, un tenerte y no tenerte, un llegar a ser algo, un camino inacabado que se rompe y deja zonas sin rastro de meta.
Solo es un vagabundo que se aferra a lo que no muere, a su música y a la esperanza de salir de nuevo de su jaula, esta vez, por el camino correcto.
Cuando la máscara se cae...
.
Después de tanto, tras todo lo vivido, ambos creíamos conocernos como nadie jamás supo ni pudo; sin embargo a día de hoy aún somos dos extraños, dos enmascarados entre la niebla que bailamos en estrépito frenesí hasta desfallecer en el fuego maldito que nos destruye conforme más lo alimentamos.
Y así, ignotizados por la música que envuelve lo más oscuro de nuestros corazones, inspirados por la belleza del idílico paraje que es para nosotros la penumbra en la que nos encontramos, donde el único brillo que no se confunde entre las sombras es el reflejo de tus ojos en los míos y de los míos en los tuyos, somos tú y yo. Quiénes somos no lo sé, solo sé que entonces la plenitud irradia como el Sol más ardiente que jamás pudimos observar a causa de nuestra propia oscuridad y nuestro ángel de música, el único que nos persigue salvándonos de las condiciones de nuestra sensibilidad alejándonos más allá del espacio y del inombrable Tiempo aparece cuando le dejan.
'Lo único que importa es cuando la máscara se cae'
Y así malditos por la desesperanza encontramos un punto de apoyo dentro del escenario movedizo y peligroso en el que aparecimos, notamos como el suelo se tambalea, comprendemos que jamás estaremos seguros, que jamás podremos decir nunca, que jamás podremos decir siempre.
Y el dolor se convierte más fuerte y vagamos al fin entre unos acordes distraídos al son del vaivén de un violín descorazonador que permanece activo, impasible, destructor, acabando con lo único sólido a la vez que efímero de nuestro viaje por los terremotos sentimentales que nos asedian tomando por rehén al tiempo y como único rescate, nuestros corazones.
"Hoy no le temo al fuego, pero sí a las cenizas."
Después de tanto, tras todo lo vivido, ambos creíamos conocernos como nadie jamás supo ni pudo; sin embargo a día de hoy aún somos dos extraños, dos enmascarados entre la niebla que bailamos en estrépito frenesí hasta desfallecer en el fuego maldito que nos destruye conforme más lo alimentamos.
Y así, ignotizados por la música que envuelve lo más oscuro de nuestros corazones, inspirados por la belleza del idílico paraje que es para nosotros la penumbra en la que nos encontramos, donde el único brillo que no se confunde entre las sombras es el reflejo de tus ojos en los míos y de los míos en los tuyos, somos tú y yo. Quiénes somos no lo sé, solo sé que entonces la plenitud irradia como el Sol más ardiente que jamás pudimos observar a causa de nuestra propia oscuridad y nuestro ángel de música, el único que nos persigue salvándonos de las condiciones de nuestra sensibilidad alejándonos más allá del espacio y del inombrable Tiempo aparece cuando le dejan.
'Lo único que importa es cuando la máscara se cae'
Y así malditos por la desesperanza encontramos un punto de apoyo dentro del escenario movedizo y peligroso en el que aparecimos, notamos como el suelo se tambalea, comprendemos que jamás estaremos seguros, que jamás podremos decir nunca, que jamás podremos decir siempre.
Y el dolor se convierte más fuerte y vagamos al fin entre unos acordes distraídos al son del vaivén de un violín descorazonador que permanece activo, impasible, destructor, acabando con lo único sólido a la vez que efímero de nuestro viaje por los terremotos sentimentales que nos asedian tomando por rehén al tiempo y como único rescate, nuestros corazones.
"Hoy no le temo al fuego, pero sí a las cenizas."
Navegando hacia el infinito...
- ¿Crees que nuestro amor nos sacará de aquí juntos?
- Creo que nuestro amor puede hacer todo lo que nos propongamos...
(Suspiro)
Soñando soñé que me adentraba en el mar, lentamente caminaba por la orilla mientras las olas que llegaban a puerto se acercaban a mí agradeciendo mi presencia, cómo quien espera al bajar de un tren, encontrar al otro lado de la estación a dicha persona especial que le recuerde por un momento que todo es real.
Así poco a poco, fuí avanzando hacía el interior, las olas más grandes impactaban contra mí de manera poco acogedora, pero aún así, a pesar de que sabía que...
Seguí y de repente vi que ya mi estancia se hacía más cómoda conforme más avanazaba, ya las olas no iban contra mí sino conmigo, ya no me empujaban hacía la salida, ahora comulgábamos en dulce armonía, fundiéndonos en el mismo elemento.
Ahora me invitaban a entrar más adentro... y yo como ignotizada por aquellos colores azules jamás vistos, aceptaba sin dudarlo, sin importar nada más que estar contigo, arriesgándo, sin pensar lo difícil que sería después salir de allí, aquello no ocupaba ningún lugar en mis pensamientos.
Sólo estaba presa del deseo de seguir amándote apasionádamente...
Y ahora, te das cuenta de que estás muy lejos de la orilla, vislumbras la necesidad de salir, el agua salada te daña los ojos y lo ves claro.
Ahora las olas que permanecían en calma, toman su estado de origen, te zarandean, te empujan, te llevan, eres su presa, mordiste el anzuelo como el pez más desconcertado del mar...
Ahora, ¿cómo salir? ...
Como muy bien dice mi querido Nietzsche: Estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado.
Que cual hoy por ayer, por hoy mañana...
Un mundo, una hora, un lugar, una pantalla aburrida...
Tic-tac
Una canción de las que hacen estremecer, de las que hacen evocar imágenes y noches, de las que hacen resurgir de lo más profundo los sentimientos más adormecidos por el paso del tiempo, pero los más apasionantes...
Era la última noche, sí, así de colosal se presentaba...
Sin más apareciste en aquel bar, cuál fue mi sorpresa al levantar mi mirada y...
(Silencio)
Hoy intento reflejar ese brillo, esa luz, esa magia que aparecía por primera vez en mi vida, donde acostumbra más bien a contribuir otro tipo de elementos, entre la niebla y la nostalgia.
( ....... ) Borrar.
¿Qué pasa?.
-No puedo.
Y me enzarzo en mi particular monólogo, ese que nadie entiende, ese que me aparta del mundo, que me hace caminar por calles jamás pisadas.
El camino se hace al andar.
Sí, ese camino que me mantiene aislada en mi pequeño rincón, donde unas notas de música se acercan tímidamente en busca de un ente solitario dispuesto a escuchar, dispuesto a sentir; donde unos libros se convierten en el mejor rival del tiempo; donde el bolígrafo que antes permanecía siempre al lado, ahora parece alejarse minuciosamente sin hacer ruído, de puntillas, porque teme secarse con tanto alboroto y confusión...
Hoy me arrastro a tu mirada, a esos eternos momentos de paraíso azul oceánico... y... no quiero olvidarlos jamás.
El tiempo... cruel enemigo, tú que aletargas mis recuerdos como si de trazos de un boceto emborronado se tratase. Impasible, invencible... si ya lo aventuraba mi querido Bécquer:
Tic-tac
Una canción de las que hacen estremecer, de las que hacen evocar imágenes y noches, de las que hacen resurgir de lo más profundo los sentimientos más adormecidos por el paso del tiempo, pero los más apasionantes...
Era la última noche, sí, así de colosal se presentaba...
Sin más apareciste en aquel bar, cuál fue mi sorpresa al levantar mi mirada y...
(Silencio)
Hoy intento reflejar ese brillo, esa luz, esa magia que aparecía por primera vez en mi vida, donde acostumbra más bien a contribuir otro tipo de elementos, entre la niebla y la nostalgia.
( ....... ) Borrar.
¿Qué pasa?.
-No puedo.
Y me enzarzo en mi particular monólogo, ese que nadie entiende, ese que me aparta del mundo, que me hace caminar por calles jamás pisadas.
El camino se hace al andar.
Sí, ese camino que me mantiene aislada en mi pequeño rincón, donde unas notas de música se acercan tímidamente en busca de un ente solitario dispuesto a escuchar, dispuesto a sentir; donde unos libros se convierten en el mejor rival del tiempo; donde el bolígrafo que antes permanecía siempre al lado, ahora parece alejarse minuciosamente sin hacer ruído, de puntillas, porque teme secarse con tanto alboroto y confusión...
Hoy me arrastro a tu mirada, a esos eternos momentos de paraíso azul oceánico... y... no quiero olvidarlos jamás.
El tiempo... cruel enemigo, tú que aletargas mis recuerdos como si de trazos de un boceto emborronado se tratase. Impasible, invencible... si ya lo aventuraba mi querido Bécquer:
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta al resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
del rocío, al pensar
que, cual hoy por ayer, por hoy mañana,
volveremos los dos a suspirar.
Después de todo, después de nada...
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todoy que,
en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
"José Hierro"
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